El cronista de un diario lo comprobó personalmente: recibió un mensaje en su cuenta de Twitter de una abogada que le ofrecía sus servicios. Pero en el CPACF no estaba registrada. A la consulta de si era un error, la respuesta fue contundente: media hora después, el usuario de Twitter estaba dado de baja.
Calógero indica que los casos de falsos profesionales mantienen un aumento constante, y el incremento más fuerte se dio en los últimos dos años gracias a Internet. Menciona el ejemplo de las páginas web: “Al Colegio le hicieron una copia de su dirección web. En lugar de cpacf.org.ar, crearon cpacf.org. Allí se hacía publicidad de grandes estudios. Por suerte, pudimos recuperar el dominio. También existen páginas web que dicen ser estudios jurídicos, y te encontrás con que el administrador no tiene ni el título”, asegura.
Existe una diferencia entre los sitios web que buscan engañar a sus usuarios y las personas que usan las redes sociales como escenario de captación. En el primer caso, la víctima del engaño debe ingresar a una página y contactar al estafador. En el ámbito de las redes sociales, el victimario va en busca de sus objetivos, y la información de libre acceso que allí circula abona un terreno propicio.
En todos estos casos, además de riesgos, hay un delito. “Están presentes la estafa, la usurpación de título y honores, y en caso de un falso médico o psiquiatra, ejercicio ilegal de la medicina”, detalla Gustavo Tanús, abogado experto en Internet.