Cesar Medina
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Santiago Carrillo murió el pasado martes en Madrid. Se fue una leyenda de la política europea, un símbolo del comunismo occidental en tiempos de Guerra Fría, una figura estelar en la transición española, un líder obrero, periodista, escritor, ejemplo de decencia, buen decir, valor personal y modelo de familia…
Un español de pura cepa a quien España conoció ya siendo viejo…
Porque se fue al exilio siendo prácticamente un muchacho, por 38 años ñtoda la dictadura de Francoñ y cuando regresó era un hombre de avanzada edad y España estaba adulta.
Se entregó en cuerpo y alma a la transición pacífica cuando la beligerancia no dejaba espacio sino para el rencor, para la venganza, para los odios de una sociedad “que venía a por todas” en procura de su libertad conculcada por casi 40 años.
En su largo peregrinar político, perseguido a muerte por los tentáculos de la dictadura, Santiago Carrillo vivió la mayor parte del tiempo en Francia, donde tuvo que adoptar una personalidad falsa con el apellido Giscard.
Vivió por casi dos años muy cerca de nosotros, en Cuba, cuando se entronizaba el régimen castrista, del que fue siempre un defensor. Pero también vivió en Moscú, la capital soviética que engendró el marxismo y el leninismo que adoptaron muchos de los grandes pensadores, escritores y poetas, periodistas y políticos de la primera mitad del pasado siglo.
Argentina y México también lo acogieron por años durante su largo exilio…
Y en esos tiempos de tanta tirantez ideológica, llegó a vivir hasta en Nueva York, “la capital del imperio”, para llegar a darse cuenta ñcomo él mismo lo declararía despuésñ, “que este imperialismo voraz sólo es malo para los que vivimos fuera de él…”
Tenía 97 años al morir el pasado martes mientras dormía la siesta en su residencia de Madrid. Ayer fue cremado en el cementerio de La Almudena y sus cenizas esparcidas en el Mar Cantábrico, en las costas de Gijón, tal cual fue su deseo.
La historia sin él…
La historia de España sin Santiago Carrillo, “sería diferente… Y peor”.

Su personalidad y su rol no es fácil de describir… “No fue decisivo en la guerra ni en la posguerra, pero en el proceso de reconciliación y después en la democratización… fue fundamental”.
El expresidente de la Generalitat Catalana, Jordi Puyol, otra figura legendaria de la política española, considera que Santiago Carrillo representa, junto con Adolfo Suárez, “la pieza más decisiva de la transición española”.
Y así es… Porque ese proceso de paz inmediato al franquismo no habría sido posible sin un Carrillo empeñado en liberalizar y democratizar un Partido Comunista orientado en esos años al radicalismo… Más aún, porque Carrillo se empeñó en una política de pactos y de reconciliación nacional que aglutinara una oposición democrática al régimen agonizante de Franco bautizada como “la ruptura pactada”.
Esa “ruptura pactada” sirvió como marco referencial al “Pacto de Moncloa”, que abrió de par en par las puertas a la democratización de España, obviando la transición violenta que propugnaba por la política de “tierra arrasada” con todo lo que significara el franquismo.
España adolorida…
Desde el martes después del mediodía, cuando comenzó a circular en Madrid la noticia del fallecimiento de Santiago Carrillo, toda España comenzó a expresar dolor y los medios de comunicación dieron principalía a un acontecimiento de tanta trascendencia. Algunos medios televisivos y radiales vespertinos interrumpieron su programación regular para difundir detalles del fallecimiento y el inicio de las honras fúnebres.

El rey Juan Carlos y la reina doña Sofía, los expresidentes Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero; los dirigentes Alfonso Guerra, Adolfo Suárez Illana, hijo del expresidente Adolfo Suárez, la vicepresidenta Saén de Santamaría y Alfredo Pérez Rubalcaba, se han expresado con elogio del líder comunista fallecido.
La televisión difunde imágenes de su velatorio. Líderes de todas las regiones de España y personas humildes del pueblo, algunos viejitos de hasta 90 años, se detienen en atención frente al ataúd con los restos de Carrillo: el rostro nublado en lágrimas, el brazo en alto y el puño cerrado ñcomo en aquellos tiemposñ, y se escucha la voz quejumbrosa: ¡Hasta pronto, inolvidable Camarada…!